24 de junio de 2015

A veces somos demasiado estúpidos…




Esta historia la lei hace tiempo, y desde entonces quise escribirla, no copiarla, nos enseña lo estúpidos que podemos llegar a ser, como prejuzgamos, como corremos inutilmente dejando atrás las cosas más importantes, como no prestamos atención a los pequeños detalles que son los que hacen que de verdad la vida valga la pena. Confieso que yo de peque fui uno de esos niños que hubiese pagado gustoso por una hora.. quizás por eso mientras lo escribia ponía en ese niño la cara de aquel enano que un día fui.
” Era ya tarde y el niño continuaba despierto en su cama,  esperando que su padre regresase de trabajar para poder hablar con él, estaba ilusionado, habia tenido una idea, una genial idea a su entender y parecía que el tiempo no pasaba mientras daba vueltas en la cama, con el nervio puro de su edad.
Por fin el padre llegó, al niño se le abrieron los ojos al oir como saludaba a su madre y rezaba para que subiese a su habitación a darle un beso de buenas noches, como casi todos los días hacía pensando que dormía, aunque el simulaba estar dormido para no contrariar a su padre, pero se prometía no dormir hasta recibir aquel beso que le reconfortaba.
Cuando el padre entro en la habitación y se acercó al niño pensando que estaba ya dormido, este le sorprendio con un hola.
– Caray, ¿estás despierto aún?, ya son horas de que estes dormido..
– Si papa, pero es que necesito preguntarte algo importante.
– ¿Y no podía esperar a mañana?, bueno, dime, ¿que es eso tan importante, según tu?
– Papa, quiero saber cuando ganas en una hora de trabajo..
El padre miró al pequeño, primero con extupor y luego con indisimulado mal genio, la pregunta le molestó, llevaba todo el día en la calle, batallando en el trabajo, peleando, y ahora llegaba a casa a descansar y su hijo le preguntaba cuando ganaba, casi seguro para perdirle algún capricho, exigirle que le comprase alguna cosa inutil que habría visto a algún compañero..
– Eso a ti no te importa, no es tema de tu incumbencia,
– Pero es importante papa, dímelo por favor.
– 15 euros, gano 15 euros la hora, ¿y para que quieres saberlo?
– Papa, ¿puedes prestarme 5 euros?
la cara del padre se descompuso, pensaba estar en lo cierto, la única intención de esa pregunta era el pedirle algo.
– ¿5 euros?, ¿cres que no tengo otra cosa más importante en la que pensar a estas horas que en tus caprichos,? ¿sabes?, lo único que has conseguido es que hasta que no se me pase el enfado no venga a darte un beso de buenas noches, ¿contento? eso has conseguido con tus tonterías.
El niño miró a su padre y una lágrima cayó por su mejilla, recostó la cabeza en la almohada y sin poder decir nada cerró los ojos para que su padre no lo viese llorar.
Pasado un tiempo, tras cenar y tranquilizarse, el padre valoró lo situación, se sintio mal al haber pagado con el pequeño todos los enfados del día y, pese a su cansancio y las ganas de darse un baño que tenía se dirigio a la habitación del hijo, encendio la luz y despertó al pequeño.
Este lo miro sorprendido, no sabía que pasaba y se asustó, el padre le dijo.
– Toma, los 5 euros que me has pedido antes, tenía que haberte preguntado antes de enfadarme para que los querías, y puesto que me he equivocado y quiero darte ejemplo, para que aprendas a rectificar y corregir tus errores, ahora te doy los 5 euros.
El niño sonrio, sacó de su cajón unas monedas y las contó; el padre extrañado el pregunto
– ¿Si ya tenías dinero para que me has pedido más?, no entiendo.
el niño terminaba de contar en ese momento
– 13, 14 y 15.. papa, tengo 15 euros, ¿ ME VENDES UNA HORA DE TU TIEMPO PARA ESTAR CONTIGO..? “

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