Muy buen artículo de la psicóloga Jenny Moix, acerca de como lo que en principio nos ayuda, al final solo nos complica la vida
Toni llega sistemáticamente tarde a todas las citas. Y si algo le caracteriza es la celeridad. Su tremenda impuntualidad no se debe, pues, a que sea lento, sino a que su vida la forma una concentración de actividades pegadas unas a otras. Por muy deprisa que vaya, nunca puede llegar a tiempo. Una frase lo caracteriza: “No quiero malgastar la vida”. Y allí se encuentra la raíz de su conducta.
Toni llega sistemáticamente tarde a todas las citas. Y si algo le caracteriza es la celeridad. Su tremenda impuntualidad no se debe, pues, a que sea lento, sino a que su vida la forma una concentración de actividades pegadas unas a otras. Por muy deprisa que vaya, nunca puede llegar a tiempo. Una frase lo caracteriza: “No quiero malgastar la vida”. Y allí se encuentra la raíz de su conducta.
En la sociedad en que vivimos, si algo nos define es ir acelerados, y
no solo en la faceta laboral, sino también en nuestra parcela ociosa.
Huimos de un miedo que tenemos escondido en todas nuestras células: que
llegue el final de nuestras vidas y que nos arrepintamos de no haberla
vivido más intensamente o haberla desperdiciado.
El sufrimiento es algo muy íntimo. La sensación de soledad, de culpa,
las dudas, la negrura que se nos instala dentro, suele parecernos algo
muy nuestro. Propiedad privada. Solemos esconderlo; los demás, que nos
parecen más felices, no podrían entenderlo. Todos solemos enseñar
nuestra cara más sonriente. Así, unos idealizamos la vida de los otros.
Pensamos que detrás de la sonrisa de los demás se encuentra una vida más
fácil que la nuestra.
El bienestar que creemos percibir en losdemás puede llevarnos tanto a la envidia comoa la depresión”
Jesús Gabriel Gutiérrez
Las redes sociales multiplican esta idealización. En Facebook, por
ejemplo, muchas personas cuelgan fotos de sus vidas: suculentas comidas,
fiestas con los amigos, viajes alucinantes, momentos románticos… Nadie
cuelga la bronca con su pareja. Así, cuando un domingo por la tarde
sentados en el sofá del comedor nos ponemos a contemplar esas
instantáneas fantásticas de nuestros amigos, nos podemos sentir muy
desgraciados. FOMO (fear of missing out; en español, miedo a
perderse algo) es la nueva etiqueta que ha surgido para esta sensación.
¡Estamos apoltronados en el sofá cuando los demás están disfrutando
intensamente de la vida! ¡Nos estamos perdiendo algo! Según un estudio,
tres de cada 10 personas con edades entre 13 y 34 años están sufriendo
FOMO.
El sentimiento de que la vida pasa y quizá no la estamos aprovechando
como deberíamos también lo aumenta la cantidad de oportunidades que nos
ofrece el mundo desarrollado. Hace solo unas décadas, la televisión
disponía de un único canal; ahora, el número es apabullante. Parece que
en la vida pasa lo mismo. Las opciones se multiplican constantemente.
Unos días atrás me quedé sin champú. Entré en el primer
establecimiento que vi, pero no encontré la marca que suelo utilizar.
Podía comprar cualquier otro. Pero no fue tan fácil. No conté los tipos
de champú que había, pero no menos de 40. Mis neuronas tardaron un buen
rato en elegir uno. Ridículo.
Según el psicólogo Barry Schwartz, el aumento de opciones que nos
ofrece la sociedad de consumo nos aleja de la felicidad en lugar de
acercarnos a ella. San Francisco de Asís, que afirmaba: “Necesito pocas
cosas, y esas pocas las necesito poco”, seguro que hubiera estado de
acuerdo con él. El incremento de posibilidades aumenta nuestra
frustración fundamentalmente por cinco motivos:
1. El tiempo que necesitamos para elegir. Mis amigos
estuvieron durante mucho tiempo riéndose de mi móvil. ¿Por qué no lo
cambias? Me gustaba cuando me enseñaban las aplicaciones de los suyos,
pero pasar de mi simple telefonillo a un smartphone lo veía una
aventura. No tenía ni idea de cómo empezar a elegir, y pensaba que una
vez comprado no tendría tiempo para aprender a manejarlo y sacarle
partido. Invertí muchas horas pidiendo consejo a cualquier persona que
veía con uno en la mano. El análisis produce parálisis. Y así estaba yo,
inmovilizada. Hasta que un día mi hermana me empujó dentro de un
comercio para que me lo comprara de una vez.
2. El espacio que ocupan las opciones. Cuando entre
varias posibilidades hemos elegido una y descartado las demás, en
algunos casos las descartadas siguen estando disponibles, invadiendo
espacio en nuestra mente. Supongamos que nos vamos de fin de semana y
decidimos estar desconectados. Y así lo hacemos; sin embargo, la
posibilidad de conectar el teléfono está allí constantemente. Quizá se
nos cruce por la cabeza en varios momentos. Y aunque superemos esas
fugaces tentaciones, necesitamos una mínima energía para conseguirlo.
Las opciones ocupan espacio mental, aunque las descartes.
3. Aumentan nuestras expectativas. Barry Schwartz en
una de sus conferencias explicó que siempre viste vaqueros. Antes era
fácil comprarlos, solo tenías que indicar tu talla al vendedor. Este
psicólogo confesaba su mareo actual cuando el dependiente le pregunta
cómo los quiere: ¿talle alto, bajo?, ¿lavados a la piedra?, ¿rotos,
cosidos?… “Lo curioso es que ahora que puedo elegir entre tantas
posibilidades estoy menos satisfecho con mi compra… tanto es así que he
tenido que escribir un libro para entender el porqué”, bromea. Se
refiere a su obra Por qué más es menos. Según él, cuando te
ofrecen tantas variedades de un producto, aumentan tus expectativas. En
el caso de los pantalones, piensas que te van a quedar mucho mejor. Y
cuanto más altas son las expectativas, más difícil es que la realidad se
acerque a ellas. La insatisfacción está servida.
Cuando lo que se esperaba era menor, podíamos llevarnos sorpresas
positivas. En nuestros días, esta alegría inesperada es cada vez menos
común.
4. Crece el arrepentimiento. Unos meses atrás, la
mujer de un amigo me invitó a su fiesta sorpresa de 50º aniversario. La
celebración consistió en un día en el campo con muchos amigos y muchas
actividades a elegir. Debías escoger entre unas cuantas: excursión en
bicicleta, a pie, rafting, relajarse en el lago… Todas atractivas. Mi
parte sedentaria escogió el lago, y la verdad es que tengo un recuerdo
muy bonito de esa tarde. La compartí con una amiga con la que hacía
tiempo que no coincidíamos, y la conversación fue de lo más suculenta.
Pero… ¿me lo habría pasado mejor si hubiese ido de excursión? Al final
del día, cuando todos estábamos juntos de nuevo, la pregunta que iba
circulando era: ¿qué tal lo habías pasado en bici?, ¿qué tal el
rafting?… Creo que en el fondo de esa cuestión había la necesidad de
saber si cada uno había elegido bien la actividad. No sé si alguien se
arrepintió de la opción elegida. Lo que sí está claro es que cuando
crecen las posibilidades de elección, también lo hacen las de
arrepentimiento.
5. Aumenta el sentimiento de culpa. Cada día existen
más tipos de tratamiento para un mismo diagnóstico dentro de la
medicina alopática. Y además también podemos optar por salirnos de ella y
recorrer los caminos menos “oficiales” de las alternativas. La decisión
es toda nuestra. He oído en más de una ocasión comentarios del tipo:
“ha muerto de cáncer, pero es que no quiso quimioterapia y se fue hacia
las terapias naturales” o “se murió porque no probó otras terapias menos
intrusivas y más naturales”. En cualquier caso, parece que la culpa es
del muerto. Horrible.
Tenemos miedo a desperdiciar la vida, a perdernos algo, pero… ¿el
qué? ¿Esa fiesta que vemos en Facebook, el coche que tiene el vecino, un
superviaje como el que hace nuestro primo…? Realmente la desperdiciamos
cuando ocupamos nuestras sinapsis en: elegir “el mejor” reloj, en
idealizar la vida de los demás, en sentirnos frustrados por no vivir tan
intensamente como supuestamente viven los otros… Inmersos en nuestros
montajes mentales sí que nos perdemos algo: apreciar lo esencial. Bonnie
Ware acompañó a muchos enfermos en los últimos días de su vida. Ninguno
se arrepintió de no haberse comprado ese coche o de no haber ido de
vacaciones a no sé dónde. Esas personas, al mirar atrás, confesaban que
si volvieran a vivir, disfrutarían más de sus amigos, no se dejarían
acorralar por preocupaciones nimias, expresarían con más sinceridad sus
sentimientos… Conclusiones lúcidas que propicia la cercanía de la
muerte, pero a las que afortunadamente podemos llegar sin tenerla cerca.
Jenny Moix Queraltó, El Pais Semana, 3 nov 2013
http://elpais.com/elpais/2013/11/01/eps/1383326586_229973.html
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